El regionalismo latinoamericano se ha debatido en el “permanente trilema” descrito por Sanahuja (2012), convergente con la aspiración del Estado-nación, la defensa de su soberanía y sus aspiraciones de integración regional eficaz (p.22).

En este sentido, la soberanía nacional, el nacionalismo y la autonomía son inherentes a la defensa irrestricta del Estado-nación en la región, vinculados a su proceso de conformación histórica. No obstante, las tres aspiraciones han sido valoradas y evaluadas como limitantes recíprocas en la búsqueda de estrategias de cooperación internacional adecuadas de los países latinoamericanos, en cuanto han derivado en organizaciones u organismos intergubernamentales –condicionados a las mudanzas políticas domésticas- y a su proliferación, en “confusa” superposición con los existentes.

Así, la creación de organizaciones de marcado carácter “pos-liberal” –dígase  la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR)- o el redimensionamiento social y político de los existentes – entre ellos el Mercado Común del Sur (MERCOSUR)- no evidenciaron profundizaciones estructurales-institucionales que limitasen los márgenes nacionales de soberanía salvaguardados tradicionalmente. Si lo nacional parecía defenderse mejor en los marcos de la colectividad regional o subregional, el entendimiento mismo sobre “región” continuó a ser una construcción polémica para el diseño de los ejes políticos en el área.

La presente década abre un nuevo ciclo regional signada por a) la necesidad de readecuación a las nuevas tendencias macroeconómicas mundiales y la definición de una mejor inserción en el sistema productivo global –caracterizado por cadenas de valor global-, b) el crecimiento moderado de EEUU y las bajas tasas de crecimiento del resto de las potencias capitalistas desarrolladas, así como la reducción de las tasas de crecimiento de los países emergentes y subdesarrollados tras la crisis de 2008-2010; c) el proceso de reconfiguración de los poderes globales; d) el fin del ciclo de crecimiento económico de América Latina y d) la negociación y concreción de mega acuerdos económicos interregionales.

En tal sentido, la “relativa” estabilidad latinoamericana –exceptuando la acentuada polarización ideológica entre las fuerzas políticas regionales durante la primera década del siglo XXI- pareció tener fin con la caída de los precios de las commodities a nivel global y se percibió insustentable el aumento del gasto público. De tal modo, se ha producido una modificación del mapa político gubernamental, iniciado con el impeachment de Fernando Lugo en Paraguay (2012), la ascensión de Mauricio Macri en Argentina (2015), el impeachment de Dilma Rousseff en Brasil y la ascensión de Michel Temer (2016), así como una profunda crisis política, económica y social en Venezuela.

A ello puede sumarse el proceso de negociaciones en vistas a la normalización de las reiniciadas relaciones diplomáticas entre los gobiernos de Cuba y EEUU en 2014 y la reciente elección de Donald Trump como presidente norteamericano –teniendo en cuenta algunas consabidas promesas electorales-.

Ante el referido contexto, el auge cooperativo de la anterior década, comenzó a desacelerar a partir de 2011 y hoy, se dibuja un escenario de transición del referido impasse hacia un retroceso en dichos procesos, marcado por la marginación de las agendas políticas y sociales, visando una mayor correspondencia con estrategias externas más orientadas a la solución de problemas económicos, comerciales y financieros domésticos, así como de inserción internacional.

En tal escenario de fragmentación, los países de la región continuarán a desaprovechar las brechas de poder -resituándose este hacia Oriente- y acentuando su carácter de “rule takers”, mientras configuran una “nueva dependencia” (Malamud: 2016) respecto a China.

Finalmente, la mutabilidad de las políticas externas en América Latina -en correspondencia con el nuevo contexto- reabre interrogantes a la eficacia estructural y funcional de procesos cooperativos regionales. Si en la década anterior, la defensa de lo nacional y la soberanía –vértices condicionantes del permanente trilema- convergieron positivamente en el regionalismo latinoamericano, en el nuevo ciclo se presentan como factores centrífugos que exacerban las heterogeneidades de una región pretendidamente “homogénea”.

PARA MÁS INFORMACIÓN (REFERENCIAS)

Llenderrozas, E. (2016) Fin de ciclo y transición regional, en Fin de ciclo y reconfiguración regional: Miradas sobre América Latina y las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Editora CRIES, Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales, Buenos Aires, Argentina. 

Malamud, A. (2016) El malentendido latinoamericano en Revista Nueva Sociedad, Noviembre-Diciembre de 2016.

Sanahuja, J. A. (2012) Regionalismo post-liberal y multilateralismo en Sudamérica:   El caso de UNASUR, en Anuario de la Integración Regional de América Latina y el Gran Caribe 2012. Editora CRIES, Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales, Buenos Aires, Argentina. 

Escrito por

Milagro Mengana

Doutoranda em Relações Internacionais pelo Programa de Pós-Graduação San Tiago Dantas. Mestre em Relações Internacionais pelo ISRI (Cuba) e Mestre em Direito Penal pela UO (Cuba). Atuou por sete anos como professora, coordenadora e pesquisadora no curso de Licenciatura em Direito da ULT, Cuba. Atua e tem interesse nas seguintes áreas: Integração Regional e relações bilaterais de Cuba com os países latino-americanos.